Primeras impresiones de Swords of Divinity

6.5   Valoración
Jugabilidad: 5/10
Graficos: 7/10
Rendimiento: 7/10

Gráficos decentes, mini-juegos, mucho contenido

Repetitivo, historia aburrida, cargas algo lentas

Durante el pasado fin de semana probamos uno de los nuevos juegos de R2Games, Swords of Divinity, un MMORPG gratuito en el que los jugadores son transportados a un mundo de fantasía donde deben formar un grupo de mercenarios y equiparlos para hacer frente a distintos elementos, tanto en PvE como en PvP.

Como ocurre con otros títulos de R2Games (y la mayoría de RPGs asiáticos), el juego cuenta con los pilares básicos de los juegos de este género que hemos jugado, aunque debemos decir que cuenta con varios mini-juegos que añaden un componente bastante original a la experiencia de juego. Se trata de un juego accesible a través de navegadores y Facebook, así que no requiere ningún de descarga.

Swords of Divinity se asemeja bastante a otros juegos del catálogo de R2, cuenta con gráficos bastante decentes (tanto de escenarios como de personajes), animaciones no especialmente destacables, combate automatizado y la clásica mecánica de Battle Rating (el indicador numérico de referencia que determina el poder de combate del personaje y su grupo de aliados). Básicamente emula, copia y le da otra vuelta de tuerca al tipo de juegos por los se conoce a R2Games.

 

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Al comenzar la aventura, tenemos la opción de escoger entre cuatro clases distintas, aunque sin demasiada información sobre ninguna de ellas. En nuestro caso optamos por el mago, porque, por supuesto, los magos molan. Aunque pueda parecer una decisión trivial ya que el combate es automático, en realidad es más importante de lo que uno cree. La clase define la estrategia de las formaciones de combate, ya que el personaje principal siempre debe formar parte de los grupos.

La historia de la línea principal de misiones no resulta nada novedosa. Los dioses nos han pedido nuestra ayuda para hacer frente al mal que emerge del inframundo, y las misiones son ciertamente repetitivas, se limitan a llevarnos (literalmente, puesto que el sistema de auto-ruta controla el desplazamiento) de un personaje a otro. Cuando surgen combates, somos transportados a una zona cerrada y después de vuelta al punto en el que estábamos. Esto, en ocasiones, te hace sentir algo fuera de lugar, porque a veces te lleva a preguntarte si realmente ha ocurrido lo que acabas de ver. En un momento dado estás en medio de la ciudad, después te ves luchando contra un grupo de enemigos, y después reapareces en el mismo sitio en el que te encontrabas sin que nada haya cambiado.

En el juego todo gira en torno al personaje principal y al grupo de mercenarios que los acompañan, haciendo que suban de nivel y mejorando sus atributos. Y hay muchas formas de personalizar a estos personajes (tanto a nuestro protagonista como a los mercenarios que reclutamos en la taberna a cambio de vino), desde mejorar las armas y las armaduras y engarzar gemas a desbloquear tipos de formación que otorgan bonificaciones adicionales dependiendo de las posiciones.

Uno de los elementos más peculiares del juego es el proceso de subir de nivel de los mercenarios y la forma en la que adquieren habilidades. Para que los mercenarios suban de nivel se requiere el uso de pociones de experiencia, y una vez que alcanzan un nivel concreto, podemos utilizar un objeto distinto que otorga habilidades atributos. Da la impresión de que se está “pagando” dos veces para obtener habilidades que deberíamos haber conseguido al subir de nivel al mercenario.

 

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Y otro elemento bastante original en este tipo de títulos son los mini-juegos, un soplo de aire fresco. Por ejemplo, en uno que permite recibir bendiciones de los dioses, se tienen que utilizar las teclas de dirección y el ratón para atrapar “lo que cae del cielo”. En otro juego, controlando un elefante tenemos que tratar de arrollar enemigos.

En el tiempo durante el que probamos el juego nos dedicamos a completar misiones, limpiar mazmorras, probar el PvP e incluso tuvimos la oportunidad de participar en la lucha contra un jefe de mundo. No duramos mucho, eso sí, aunque logramos golpearlo un par de veces. En la arena lo más importante en el poder de combate (battle rating), ya que este indicador es el principal indicador a la hora de que dos grupos de personajes se enfrenten. No obstante, la disposición de los mercenarios también es relevante e influye en el desenlace.

Dejando a un lado que las misiones son algo aburridas y que el combate está automatizado, el juego cumple con todas las expectativas de los títulos de este género. No requiere invertir demasiado tiempo, tiende a ser repetitivo en cuanto a la progresión y ofrece ciertos componentes estratégicos a la hora de formar un grupo y colocar cada personaje en la formación de ataque. No es nuestro tipo predilecto de juego, pero es recomendable a todos aquellos que disfruten de juegos similares. La única pega que podemos destacar es que Swords of Divinity no ofrece demasiadas novedades aparte de los mini-juegos que no hayamos ya visto en otros títulos.





 

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